15 de julio de 2011

Midnight in Paris o La magia de la gran pantalla

Imágenes de París. Planos fijos, en los que sólo se ven las calles de la ciudad y sus edificios. La Torre Eiffel. El museo del Louvre. La catedral de Notre Dame. Montparnasse. La plaza de la Vendôme. Y así durante bastante tiempo. Lo suficiente para llegar a pensar que estamos ante otro publirreportaje como fue Vicky Cristina Barcelona (Allen, 2008). Pero no. Esta película, por suerte, es mucho más.


El secretismo que rodeó desde el principio a la película Midnight en Paris continuó más allá del rodaje. En algunas críticas y artículos se puede leer que “es mejor no saber nada del argumento de la película antes de verla”. Así que obedientemente anduve con mucho cuidado para no enterarme de qué iba. Y después de verla puedo decir que SÍ; efectivamente, es mejor no saber nada.

Veo Midnight in Paris y veo lo mejor de Woody Allen. Veo la imaginación y la magia de La rosa púrpura de El Cairo. Veo magníficas interpretaciones, tanto de los personajes protagonistas como de los secundarios, como en Match Point. Veo (y escucho) ingeniosos diálogos con toques de humor, como en Manhattan. Y no veo a Woody Allen por ninguna parte, lo que para variar está bastante bien.


Los sueños, la realidad, el presente, el pasado, el amor y París. Con estos seis elementos Allen va construyendo una historia que hace sonreír. Que nos hace trasladarnos a otro lugar e imaginarnos a nosotros mismos dentro de la trama. Durante una hora y media nos evadimos completamente y nos sumergimos en París y en la magia de la historia, como hacían los espectadores que acudían a los cines durante la Gran Depresión, intentando olvidar sus miserias.

Por la pantalla van pasando diferentes actores y actrices, realizando a la perfección su labor. Y no, esto no va por Carla Bruni, que en la película ni va ni viene, a pesar de todo el bombo que se dio a su pequeña intervención. Pero sí por Owen Wilson, al que le sienta muy bien dejar de lado las comedias chorras con perros, figuras de museos y demás. Rachel McAdams, a la que espero ver en muchas películas más. Marion Cotillard, una de mis actrices favoritas, y que me sigue dando motivos para serlo. Corey Stoll, que interpreta a uno de los personajes más memorables de la película y nos deja algunas de las mejores frases. Michael Sheen, al que se acaba odiando, lo que significa que hace bien su papel. Y Kathy Bates, la eterna e impecable actriz secundaria. Estos son sólo algunos nombres, pero la lista sigue y sigue.


Así que lo mejor es dejarse sorprender poco a poco y sobre todo no ver ningún tráiler de la película. No sería ninguna tragedia, porque se puede disfrutar de la película igualmente, pero conocer el argumento sería el equivalente a saber el final en una película de suspense antes de verla. Y por favor: hay que verla en versión original. Los personajes mezclan el inglés, francés y español en sus conversaciones, dependiendo de su procedencia. Seguramente (no lo sé, pero lo hacen casi siempre) el doblaje asesinará estas diferencias, convirtiéndolo todo en español y, Dios no lo quiera, español afrancesado.

Para finalizar, sólo falta decir lo peor de la película… y es que da muchísimas ganas de volar a París. Pero merece la pena.

1 de julio de 2011

Es ella pero... ¿de quién es esa voz?

Don (Gene Kelly), Cosmo (Donald O’Connor) y Kathy (Debbie Reynolds) se encuentran sentados en un sofá en una escena de la película “Cantando bajo la lluvia” (Kelly y Donen, 1952). El preestreno de la película que protagoniza Don, “El caballero duelista”, ha sido un fiasco. Por ello, se les ocurre una idea: convertirla en una película musical, en la que Don pudiese lucirse con sus pasos de baile. Sin embargo, hay un problema: la actriz protagonista, Lina (interpretada por Jean Hagen), acostumbrada a actuar en películas mudas, no sabe cantar y además cuando habla tiene una voz espantosa. Pero Cosmo salta del sofá y exclama: “¡Se me acaba de ocurrir una idea luminosa! (…) Se registra la voz de Kathy, Lina solo mueve los labios y la voz de Kathy canta y habla por Lina!”.


Sin embargo, lo que pasaba verdaderamente en el rodaje de la película “Cantando bajo la lluvia” era lo contrario a lo que se mostraba en la ficción. En realidad, fue Jean Hagen la que dobló la voz de Debbie Reynolds en los diálogos, mientras que en las canciones le prestó la voz la cantante y actriz Betty Noyes. Esta situación, tan bien retratada en la película, era algo común en los números musicales de Hollywood. Muchas veces los dobladores permanecían en el anonimato, sin que su labor fuese ni siquiera reconocida en los créditos de la película. Y aunque en ocasiones se intentase mantener en secreto, el doblaje de los protagonistas en las canciones era algo habitual.

La actriz Audrey Hepburn tuvo que ser doblada en las canciones de su película “My fair lady” (Cukor, 1964), en la que interpretaba a la vendedora de flores Eliza Doolittle. Hepburn, a la que ya habíamos oído cantar en la película “Desayuno con diamantes” (Edwards, 1961), sólo interpreta fragmentos muy breves de algunas de las canciones, ya que supuestamente no podía adaptarse a los altos tonos que se le exigían. La solución fue la soprano Marni Nixon, que fue la elegida para doblar sus canciones en la película. Nixon también había interpretado unos años antes las canciones del personaje de María (Natalie Wood), la protagonista de “West Side Story” (Robbins y Wise, 1961). Mucha menos repercusión mediática tuvo el doblaje de Jeremy Brett, que interpretaba a Freddy, el joven que se enamora de Eliza. Su canción, llamada “On the street where you live” fue cantada realmente por Bill Shirley, famoso por poner voz al personaje del Príncipe Felipe en “La bella durmiente” (Geronimi, 1959) de Disney.


A diferencia de Audrey Hupburn, a Rita Hayworth no la podemos escuchar cantando con su propia voz en ninguna de sus películas. Las mujeres que doblaron las canciones que interpretó a lo largo de su carrera cinematográfica fueron Nan Wynn, Martha Mears, Jo Ann Greer y Anita Ellis. Esta última fue la que participó en la película más conocida de Hayworth: “Gilda” (Vidor, 1946), interpretando la canción “Amado mío” y la de “Put the blame on Mame”, que se convirtió en un momento mítico de la historia del cine. También podemos encontrar ejemplos más recientes, como en la película “Todos dicen I love you” (Allen, 1996), en la que Drew Barrymore fue única actriz del largometraje que se negó a interpretar ella misma su canción. Sin embargo, en la película que realizó una década después, “Tú la letra y yo la música” (Lawrence, 2007), en la que comparte protagonismo con Hugh Grant, sí que podemos oír su propia voz en las canciones que interpreta.