4 de julio de 2012

'Tres metros sobre el cielo': Y sin embargo, es cine


No sólo de obras maestras vive el cine. Como todo el mundo sabe, las grandes películas que perdurarán en el tiempo como joyas del séptimo arte representan una ínfima proporción en relación al enorme mercado de trabajos audiovisuales. Teniendo en cuenta la enorme subjetividad que rodea este campo, sí que podríamos afirmar que gran parte de los films estrenados cada año en la gran pantalla son olvidables, o incluso, que no merece la pena perder el tiempo con ellos. Por suerte, cada persona tiene gustos diferentes, que hacen que esta norma tenga tantas variantes como espectadores. Por esto, quizá la única afirmación inamovible e invariable es la siguiente: todo es cine. Evidentemente, lo es Psicosis, El Padrino, Viridiana y Centauros del desierto. Pero también, por mucho que a veces no lo queramos reconocer, es cine Scary Movie, Elektra, Torrente y Crepúsculo. Y también es cine la película de la que hoy vamos a hablar.


Quien se dedica a escribir o locutar sobre cine tiene que enfrentarse en muchas ocasiones con largometrajes que no le apetece ver, a los que pondrá mala cara o para los que no es su público objetivo (películas dedicadas a niños o adolescentes), pero que tiene que ver porque, evidentemente, sin visionado no hay opinión (o al menos, eso sería lo lógico). Esto último fue la base para que por fin me decidiera a ver Tres metros sobre el cielo, aprovechando que su secuela, Tengo ganas de ti, se ha estrenado recientemente en los cines. Además, criticar por criticar es demasiado fácil, y a menudo nos deja comentarios superficiales que acaban estando tan manoseados que pierden su sentido. Así que, sin más dilación, comenzamos. Aviso de que va a ser un texto bastante diferente a los que aparecen normalmente en el blog, pero es que la ocasión lo merece.

Fernando González Molina nos presenta esta nueva adaptación de A tres metros sobre el cielo, la popular novela del escritor italiano Federico Moccia, ese hombre que tiene, sospechosamente, demasiadas fotos con gorra y que podéis ver a vuestra derecha. Ya hubo una adaptación previa en el 2004 en su país natal, en el que el propio Moccia se encargó de estar entre los guionistas, para darse el placer de destrozar aún más su propia historia. Con el fenómeno Moccia en auge se puso en marcha un proyecto que no es frecuente en España, realizar un remake, que finalmente vio la luz en diciembre de 2010. María Valverde y Mario Casas, quienes se pusieron en la piel de los protagonistas, fueron otro factor clave para que los adolescentes (y no tan adolescentes) se amontonaran en las salas y dieran un buen empujón a la taquilla española (que se agradece, y mucho, todo sea dicho). Los actores, en general, están bastante correctos en sus papeles. Junto a Valverde y Casas tenemos a Nerea Camacho (Camino), Álvaro Cervantes (El juego del ahorcado), Diego Martín (Amigos) y a Marina Salas (The Pelayos), entre otros. De la parte técnica tampoco diré ninguna palabra en contra. Ni siquiera de su guionista, Ramón Salazar, que realizó una digna adaptación del material del que partía. El problema fundamental de Tres metros sobre el cielo es que de donde no hay, no se puede sacar.

Empecemos presentando brevemente la historia: Babi (Valverde) es una joven de 17 años, de clase alta, alumna modelo en la escuela y que va a fiestas en las que en cualquier momento puede aparecer Isabel Preysler y ofrecerte un Ferrero Rocher. Un día conoce a Hache, al que supongo que llamarán así porque cada vez que abre la boca se le escapa dicha letra de una forma alarmante, alternada entre las consonantes y las vocales quintuplicadas (y por supuesto, mezclando también mAaahYúusCulaaash y MiiihnúSculAaash). El caso es que el tal Hache es todo un "malote", que se la trae todo al fresco y cuya máxima aspiración en al vida es ganar en sus carreras de motos o en las competiciones de "hacer flexiones" (no se me ocurre un nombre técnico para esto). Como es previsible, se enamoran, así que ya os podéis imaginar el contraste. 

La historia se desarrolla desde el punto de vista de los protagonistas, convertidos en una especie de héroes cuyo lema es "tú y yo contra el mundo". Una visión inmadura que hará que muchos adultos y adolescentes con las neuronas bien puestas no logren identificarse con los protagonistas (y ya sabemos que la empatía es una de las condiciones imprescindibles para que el público conecte con los héroes de los relatos). Para poner unos ejemplos, la cosa es algo así como "qué mala es mi madre, que se cabrea conmigo porque ayer me escapé de casa por la noche y gracias a una foto del periódico se ha dado cuenta de que fui a unas carreras ilegales de motos en las que la gente se juega la vida" o "qué mala es mi profesora, que me ha pillado falsificando la firma de mi madre y sabe que el otro día hice pellas y me fui con mi novio a la playa". Que seguramente, si te encuentras en la edad del pavo y en tu fase "los adultos me odian" seguro que está muy bien, pero no creo que vaya más allá.

Pero si hay algo reconfortante de Tres metros sobre el cielo, es que las mujeres podemos estar de enhorabuena, porque la película nos da la prueba de que todavía existen hombres de verdad. Basta ya de falsos Romeos, Hache es un hombre con todas las letras, que muestra un amor auténtico. Nada de bombones o piropos, lo que vale es el amor de "te quiero y eso significa que puedo partirle la cara a quien quieras por ti". ¡Eso sí que es amor del bueno, del sano! La película refuerza estereotipos perjudiciales, imágenes desfasadas en las que cada género tiene un rol al que ajustarse para conseguir la aprobación de "la manada". Por no hablar de el amplio rango de valores que caracterizan a Hache, que hacen que mientras vemos la película podamos diferenciar entre lo que le gusta a Hache (es decir, lo guay, lo cool) y lo que no. Si estuviésemos en la película Amélie podríamos decir que "A Hache le gusta... el allanamiento de morada, el secuestro con chantaje, golpear todo lo que se cruce en su camino cuando está cabreado y conducir la moto sin casco". Vamos, ¡el novio que toda madre querría para su hija! El tema del casco me molestó especialmente; el protagonista no se separa ni un momento de su moto y no le vemos en ningún momento con el casco puesto. Sí, de acuerdo, si se lo pusiera no sería tan cool y se despeinaría, pero este aspecto en concreto me parece que puede repercutir negativamente en los espectadores más influenciables, y las muertes de motoristas por no llevar el casco correspondiente no me hacen nada de gracia. Pero ¡cuidado! Que no es que vaya siempre a lo loco, ¿eh? Cuando está en la cocina, lleva delantal para no mancharse la camiseta. Entre fogones, Hache no se la juega

Tampoco os dejéis engañar por el comentario anterior; eso de que llevase camiseta era puramente accidental. El pobre Mario Casas tiene que tener una cláusula en el contrato que le obligue a deshacerse de su camiseta cada x escenas, o si no, no lo comprendo. Claro que no siempre va a estar sin ropa: también pasa buena parte del film en camiseta interior, cosa que sólo se le debería permitir a Marlon Brando en Un tranvía llamado deseo. A pesar de esto, Hache no es sólo un cuerpo: tiene labia. Si el personaje existiese en la realidad, seguro que cada vez que hablase bajaría la prima de riesgo (y subiría el pan,  que también). Nuestro héroe puede convencer a cualquiera de lo que sea con alguna frase profunda que ni el profesor Keating en El club de los poetas muertos. Ya lo podréis comprobar al principio y al final de la película, cuando escuchéis los esplendorosos mini-monólogos que se marca, de los que os dejo un fragmento: "Ya no hay vuelta atrás, lo sientes. Y justo entonces intentas recordar en qué momento comenzó todo, y descubres que todo empezó antes de lo que pensabas. Mucho antes... Y es ahí, justo en ese momento, cuando te das cuenta de que las cosas solo ocurren una vez...." O la que es mi frase-profunda favorita: "De repente aparece alguien que te dice que tranquilo, que aflojes, y cuando aflojas te das cuenta de las cosas"¡Capitán, oh mi capitán!

Y os estaréis preguntando: "¿Qué pasa, que no hay nada bueno en la historia?" Supongo que sí, para ciertas personas, pero yo no me siento capacitada para distinguirlas entre todas las joyas que nuestro amigo Hache nos va dejando por el camino. "Pero por lo menos, los personajes tendrán un arco de transformación, crecerán y evolucionarán, ¿no?", aventuraréis insistentemente. Siento decepcionaros, pero lo más cercano a un arco de trasformación que vais a ver en la película es el proceso de cambio de Babi, que pasa de ser una niña mona que contesta a los comentarios descarados con un agudo: "¡Cretino!" a pegarse con las "más malotas del barrio", al grito de: "¡La próxima vez te mato, p***!". Eso sí, incoherencias de los personajes, para dar o tomar, comenzando por la del final del film [ahí va un SPOILER, aunque ya os digo que tampoco pasa nada si lo leéis y no habéis visto la peli], cuando a Hache le da el venazo y dice, de repente, que ¡se va a Londres a trabajar! Que no está nada mal, teniendo en cuenta que la decisión más importante que habrá tomado este hombre seguramente es si quería churros o porras con el chocolate del desayuno [fin de SPOILER].

Habiendo dicho todo esto, ¿película recomendable? ¡Por supuesto que sí! Ved la película y llorad, reid, criticad o haced lo que os venga en gana. Muchos se quedarán con la parte romántica del largometraje (que la hay, aunque haya pasado de puntillas por ella), desearán estar en la piel de Hache o Babi y lo incluirán dentro de su lista de films favoritos, al lado de Un paseo para recordar. El resto tendremos que conformarnos con alegrarnos porque Tres metros sobre el cielo y Tengo ganas de ti están haciendo un favor muy grande (económicamente) al cine español. Porque aunque nos pese... esto también es cine.