25 de septiembre de 2013

7 artes, 7 películas: La arquitectura con 'Metrópolis'

Fue el último en llegar y, sin embargo, permanece en un lugar de excepción entre todas las artes. El cine apenas cuenta con algo más de un siglo de historia, pero su juventud no ha impedido que esté a la altura de sus hermanas mayores, e incluso que funcione como un compendio de todas ellas. Entre todas las obras que encontramos a lo largo de la historia del cine destacan algunas que son un auténtico homenaje a las artes, en las que estas son el motor del largometraje. Por ello, hemos hecho una selección de siete películas, las cuales captan la esencia de una de las siete artes. Y comenzamos con la arquitectura, cuya relación con los fotogramas no podemos explicar sin hablar de Metrópolis, la obra maestra de Fritz Lang estrenada en 1927.  



Ensalzada como una de las películas cumbre del cine mudo, Metrópolis está rodeada de cifras astronómicas que la convierten en una superproducción de su época: más de año y medio de rodaje, 610.000 metros de película, más de 30.000 extras y un coste de seis millones de marcos, que sobrepasaron la cifra prevista inicialmente, de un millón y medio. Números que aumentan la leyenda del film, pero de los que no se puede hablar con exactitud, ya que años después de la muerte del director salió a la luz una entrevista que Lang había concedido a Lloyd Chesley y Michael Gould, en la que afirmaba que muchos de estos datos no eran ciertos y señalaba que se habían escrito muchas mentiras alrededor de su obra. Así, indicaba que el número de extras rondaba los 300, y que los costes estuvieron condicionados por la inflación de la época.

Metrópolis se sitúa en un escenario futurista, sin duda uno de los puntos fuertes del film. Lang era hijo de arquitecto y él mismo comenzó sus estudios en este campo, que más tarde abandonaría por la pintura. La arquitectura de la ciudad de Metrópolis refuerza el mensaje de la historia y condiciona su desarrollo. En la superficie encontramos enormes rascacielos, donde viven las clases acomodadas, mientras que los obreros se hallan en las profundidades de la ciudad, en el subsuelo, invisibles a los ojos de la clase superior. Mientras que los ciudadanos de la superficie pueden disfrutar de instalaciones como bibliotecas, jardines y teatros, los obreros de las profundidades se dedican a trabajar sin descanso, en un ambiente claustrofóbico que contrasta con la majestuosidad del exterior.

La concepción de la ciudad es una pista de la dualidad que persigue el film, en el que se contrapone lo humano y lo artificial, el obrero y el empresario. Una dualidad entre la que se querrá mantener el equilibrio, ya que como se nos dice desde el principio, “el mediador entre el cerebro y las manos ha de ser el corazón”. En este caso, dicho mediador es el protagonista, el hijo de Joh Fredersen, señor de Metrópolis, que abre los ojos ante la problemática social cuando se encuentra con María, una mujer de clase obrera que predica la igualdad y el entendimiento entre los ciudadanos tanto de uno como de otro lado.

Para rodar los planos que inmortalizan la ciudad se hizo uso de maquetas. También se empleó el llamado “proceso Schüfftan”, una técnica que permite, mediante un espejo, dar la sensación de que los actores se encuentran dentro de decorados, que en realidad son maquetas a menor escala. Entre el escenario futurista también encontramos las huellas del Gótico, como en la catedral en la que se desarrollan las escenas finales. Pero si hay que resaltar un edificio de entre todos los de la ciudad, sin duda este sería la llamada “Torre de Babel”, en la que vive el señor de Metrópolis, y que constituye una de las referencias bíblicas que podemos encontrar en el relato. El resultado final contribuyó a asentar la idea que tenemos en el imaginario colectivo de lo que sería una “ciudad del futuro”, y convirtió a Metrópolis en uno de los principales referentes del cine de ciencia ficción. Posteriormente influiría fuertemente en largometrajes como Blade Runner, de Riddley Scott.

En el año 2008 se descubrió en Argentina una copia del film con metraje perdido, que los exhibidores alemanes habían recortado en el momento de su estreno. La restauración de la cinta ha ampliado la duración de Metrópolis hasta los 150 minutos. Una buena excusa para revisitar uno de los clásicos imprescindibles del séptimo arte. 

Publicado en: www.puntoencuentrocomplutense.es